Cuando la belleza y la creatividad están a la vista, sabemos en el fondo de nuestro corazón que estamos frente a algo especial y mágico que podemos definir como arte.
El libro “El Reino: o todo lo que quedó a orillas de la quebrada” es una obra de arte por donde se le mire. Partiendo por lo más evidente: es un mezcla inusitada entre el tejido a crochet, la creación de amigurumis y la prosa poética.
Tuve el placer de presentar esta obra en una Feria del Libro a petición de su joven autor: @principedelcrochet
Marcelo Javier Cortés Toro, su nombre real, ha creado un mundo imaginario coherente en sí mismo. Lo que no significa que sea coherente con la realidad tal cual la conocemos nosotros. Y ese mundo resulta ser una creación fascinante.
Las cosas que ocurren y cómo ocurren poseen sus propias reglas en el Reino, por lo tanto es en propiedad un mundo imaginario a cabalidad.
Estas normas y creencias son exclusivas y le dan el carácter propio al mundo imaginado. Incluso tiene sus propias supersticiones.
Una mención aparteamerita la ruptura del tiempo: “Lo sé, porque lo soñaré muy pronto”. Es decir, lo sabe aunque aún no lo ha soñado, pero sabe que lo soñará.
Así, el libro posee todos los elementos de un Mundo-Reino literario propiamente tal y, por ende, cumple largamente el requisito de la creatividad para ser considerado un artefacto artístico. Una obra de arte.
Existen infinitas definiciones para la “poesía”, pero cuando algo ES poesía lo sabemos de inmediato, aunque no conozcamos ninguna definición.
Y eso es también exactamente lo que ocurre con el Libro del Reino. De hecho resulta difícil elegir solo un par de ejemplos entre tantas verdaderas joyas de poesía, ya sea en prosa (como parte del relato) o en verso.
De hecho numerosos juegos de palabras son tan acertados que son armoniosos, suenan bien al oído y también están preñados de significados explícitos pero también ambivalentes, y los cuales sólo es posible disfrutar con el corazón y la mente bien abiertos…
Como resulta ser un libro difícil de clasificar y que no se puede ni se debe intentar encasillar, puedo afirmar que contribuye a la poesía, la licencia literaria de los sentidos alterados. Esto es, atribuirle a un órgano de los sentidos la función de otro diferente: “Me llega sabor a aleteo de abeja”.
El uso de la palabra en este libro está lleno de cualidades. El autor emplea palabras “difíciles”. Que no son de uso cotidiano. Y que son palabras bellas por dos motivos: su sonido o su sentido. Palabras que al escucharlas nos evocan belleza y nos permiten vislumbrar nuevas percepciones. El autor también se goza en los juegos de palabra, creando nuevas imágenes que enriquecen tanto el imaginario del Reino como la poesía imbricada en la obra literaria.
Creo que la palabra que mejor define la cuidada estética es armonía. No sólo de los colores, sino además una armonía interna entre los distintos factores y planos que componen la obra.
A fin de cuentas leer este libro es un regalo que recibimos con gratitud de una persona tan creativa que su obra nos arrastra por una ruta estética de puro placer y nos deja, así, tal cual en palabras del autor:
“Nadie habló, nadie suspiró y todos simplemente se dedicaron a empaparse existencia y sensación de nube sin cura”.