Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Gary Medel, Matías Fernández y Mauricio Isla, por nombrar algunos, fueron parte fundamental del exitoso funcionamiento que durante más de una década expuso la denominada “Generación Dorada” del fútbol chileno, la cual alcanzó la consagración absoluta en 2015 al ganar la Copa América, logro que repitió en 2016. Los estrategas que estuvieron a cargo del equipo en las diferentes versiones de la misma competición fueron Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi, respectivamente. Ambos estrategas se llevaron los aplausos y reconocimiento popular tras haber puesto fin a una sequía de títulos para la selección nacional adulta que duró casi 100 años. Sin embargo, hubo un hombre al que no se le dio el crédito que merecía, una persona de bajo perfil que con su minucioso trabajo logró instalar los cimientos desde donde se construyeron las mencionadas conquistas, su nombre fue José Sulantay Silva. Nació el 3 de abril de 1940 en el seno de una típica familia de esfuerzo coquimbana, desde muy pequeño mostró aprecio y notables habilidades en el “deporte rey”, lo que provocó su temprano debut profesional en 1957 integrando el plantel de Deportes La Serena. La carrera que forjó como futbolista no estuvo alejada de los éxitos, sin embargo, las hazañas más destacadas las alcanzó como director técnico de las selecciones juveniles del país; al mando de la sub 20 en los mundiales de Holanda 2005 y Canadá 2007.
Hasta el día de hoy se recuerda el glorioso debut de “La Rojita” en tierras europeas, donde el combinado nacional logró imponerse a Honduras con un contundente 7-0, en esa oportunidad brillaron Matías Fernández y José Pedro Fuenzalida, entre otros. Pese al prometedor arranque del certamen el conjunto quedó eliminado al poco andar, tras caer frente a sus similares de España (fase de grupos) y los dueños de casa (octavos de final). La aventura terminó siendo poco grata, pero esa primera experiencia mundialista de algunos jugadores quedó marcada a fuego gracias a los consejos que su director técnico les entregó y que pudieron aplicar años más tarde. Para Canadá 2007 la cosa pintaba bien desde las clasificatorias, con un histórico empate ante la verdeamarela (2-2) donde un joven Arturo Vidal inmortalizó la frase “ahí quedó Brasil”; esa selección tenía algo diferente y lo demostró disputando el certamen más importante de la categoría. Con actuaciones espectaculares de Sánchez, Isla, Medel, Toselli y el propio Vidal Chile se enfrentó a la Argentina de Agüero, Di María y Banega en semifinales. El polémico encuentro dio por ganador a la albiceleste, que posteriormente se quedó con la copa. Por su parte los nacionales alcanzaron un histórico tercer lugar, que significa hasta la fecha la mejor actuación desarrollada en un mundial sub 20 de Chile.
Es cierto que Sulantay no logró conseguir un título al mando de estos conjuntos, pero -aunque no lo parezca a simple vista- hizo algo más importante: que sus jugadores se sintieran capaces de ganarle a cualquiera, que miraran de igual a igual a sus rivales y les demostraran que no lo iban a pasar bien enfrentándose a ellos. Esa semilla fue plantada en el momento oportuno, justo en la etapa de formación que es la más trascendente, esa semilla permaneció allí un periodo prologando hasta que en 2015 y 2016 dio sus frutos.
El estratega de 83 años perdió la vida el pasado jueves 20 de julio, abandonó este mundo pero dejó un legado imborrable en quienes lo conocieron o vieron cómo jugaban sus equipos. Probablemente nunca recibió el reconocimiento que merecía como verdadero gestor de la “Generación Dorada”, pero quienes sabemos un poco de fútbol entendemos que su aporte fue inmenso y nos queda el consuelo de pensar que él también lo sabía. Debió tener una oportunidad con la selección adulta o al menos dirigir un equipo grande del balompié nacional, pero el destino es tan caprichoso como un balón yendo a portería.